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Tomar las calles y organizarse: 8 de marzo, un llamado a la acción

Número 41, Año 7, marzo, 2020

El próximo 8 de marzo, como desde hace varias décadas, se conmemorará el día internacional por los derechos de la mujer y la paz internacional, sin embargo, detrás de esta “festividad” del calendario gubernamental, hay una historia de lucha que conviene recordar.


El origen de esta celebración se remonta al 8 de marzo de 1908, cuando 130 mujeres trabajadoras de la fábrica textil Cotton, ubicada en Nueva York; murieron en un incendio provocado por el dueño de la fábrica, debido a que estas mujeres decidieron declararse en huelga en exigencia de igualdad salarial, reducción de la jornada laboral y condiciones dignas de trabajo. Dos años después, en la misma ciudad, el 25 de marzo, más de 140 trabajadores de la fábrica Triangle, la mayoría mujeres pobres e inmigrantes; murieron en un incendio causado por las pésimas condiciones en las que se encontraba este centro de trabajo. Por este hecho, los dueños de la empresa fueron acusados de homicidio, sin embargo, tras varios años de juicios, en 1917 fueron sentenciados a pagar tan sólo 75 dólares por cada una de las vidas perdidas.


Los anteriores acontecimientos son ejemplos mínimos de las razones por las que a lo largo del siglo XX y XXI cientos de mujeres alrededor del mundo se han movilizado para exigir lo que hoy podemos reclamar como derechos y que, no obstante la lucha de todas esas mujeres, sigue siendo una exigencia: salario igualitario y justo, jornadas y condiciones de trabajo dignas, servicios de salud, de vivienda, entre otros.


Uno de los primeros países en retomar los acontecimientos ocurridos el 8 de marzo de 1908 y las movilizaciones de las mujeres obreras fue la entonces Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), que en 1910 declaró el 8 de marzo como el Día de la Mujer Trabajadora; posteriormente Alemania, Austria, Dinamarca y Suiza comenzaron a conmemorar el día de la mujer trabajadora aunque no el 8 sino el 19 de marzo y no fue sino hasta 1975 cuando la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), estableció el 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer, que dos años más tarde sería adoptado por diversos países bajo el nombre de Día Internacional por los Derechos de la Mujer y la Paz Internacional.




Después de hacer este brevísimo recuento histórico y de reseñar el proceso de institucionalización de una “festividad” de la clase trabajadora, cabe preguntarse ¿por qué se cambió el nombre de esta fecha que originalmente hacía referencia a la lucha y organización de las mujeres obreras? ¿Será que el día internacional de los derechos de la mujer y la paz mundial hace referencia a lo mismo que el día de la mujer trabajadora? ¿Es el nombre actual más incluyente o es un proceso de borramiento institucional?


Primero, es importante señalar que los derechos no son concesiones de los gobiernos, son victorias que se logran en muchos de los casos gracias a la movilización y a la organización del pueblo, y en este caso, de las mujeres obreras, por ello, tener una fecha que rememora la importancia de los derechos de la mujer está bien, pero se queda corta si no nos permite ver a los sujetos y las luchas detrás de estos derechos que, por otro lado, no son abstractos, son exigencias concretas y vigentes: trabajo digno, salarios justos e igualitarios, servicios de salud, derecho a vivienda y a un retiro digno, seguridad, respeto, democracia, libertad, justicia, sólo por mencionar algunas.


En este sentido, conviene no olvidar que nuestras exigencias, las que hoy en pleno siglo XXI tenemos como personas y como mujeres, sólo podrán lograrse con la movilización y la organización del mismo modo que lo hicieron nuestras ancestras: tomando las calles, llamando a huelga, tomando los centros de trabajo y reclamando ese lugar en la historia y en el espacio público del cual se nos ha despojado a través del ejercicio de la violencia por parte de un sistema que basa su supervivencia en la reproducción social de dinámicas que hacen de la mujer un objeto reemplazable, un estereotipo que lo mismo se encuentra en los grandes aparadores de tiendas de ropa o en las grandes producciones de entretenimiento, o una mercancía que se puede escoger en catálogo como se escoge un auto.

Por todo ello, este 8 de marzo salgamos a las calles, cuidemos de nosotras, de nosotros, organicémonos, creemos grandes contingentes y tomemos ese lugar que la historia hoy nos exige: ¡mujeres del mundo, uníos!









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