Número 35, Año 6, Septiembre, 2019
A más de 50 años, reivindicamos la memoria del movimiento estudiantil y popular del 68, como un pretexto más para aprender de los compañeros caídos, para avanzar levantando las banderas que nos legaron y que hoy siguen vigentes. Para dimensionar lo anterior es fundamental situar algunas lecciones que desprendemos del movimiento. En un inicio es importante precisar que el movimiento no surge por generación espontanea, ni mucho menos se desprende de un intento por desestabilizar al país por medio de una supuesta conspiración extranjera. En ese sentido entendemos que: 1. el estudiantado ya había formado desde los años previos diferentes organizaciones, que se habían fogueado en luchas propias y vinculadas con otros sectores. 2. el eje de las demandas fue una lucha contra la represión y violencia de Estado. El Estado reprimía cualquier movilización o protesta. 3. en las universidades, las críticas al sistema eran inhibidas y neutralizadas por medio de la pesecución y hostigamiento. Los miembros activos del PRI y sus organizaciones estudiantiles por medio de funcionarios y porros engarzaban el mecanismo de control. En ese sentido, partimos de que el Estado administró la lucha de clases a favor del capital, es decir, garantizó que el pueblo no se organizara en contra de la explotación y el despojo, para ello utilizo la violencia para reprimir todo tipo de manifestación. Por ello infiltró a las organizaciones campesinas, sindicales y estudiantiles. Por lo anterior, es importante que el movimiento estudiantil actual, los pueblos, las organizaciones, los colectivos e individuos que luchan, identifiquemos y hagamos nuestros los aprendizajes del movimiento. ¿Cuáles son estos aprendizajes?
1. Señalar la función represiva del Estado y la manipulación mediática y del resto del régimen. 2. Vincular y articularse con el pueblo no organizado a través de brigadas estudiantiles. 3. La creación de una organización interuniversitaria con representación rotativa. 4. Enfrentar a porros, policía, granaderos y militares. 5. Retomar las demandas de otros sectores. 6. Sistematizar el legado de lucha y organización dentro de las universidades (que subsiste actualmente). Como respuesta ante el avance y consolidación de la organización estudiantil las políticas represivas se tornarían más beligerantes ante el creciente descontento y vinculación del movimiento con otros sectores organizados. Para el Estado fue crucial construir el sentido común que anulara y deslegitimara las demandas, las formas de organización y la vinculación y articulación con otros sectores oprimidos; por un lado, despreciando una y otra vez la solicitud de dialogo público exigido por los estudiantes. Paralelamente, los medios de comunicación en radio, prensa escrita y televisión, de la mano de empresarios y gobernacion, valiendose de mentiras y calumnias, estigmatizarian y criminalizarian al movimiento selectivamente. Sin embargo, pese a no conseguirlo, la violencia se impondría como acción de guerra imperial para legitimar el poder del Estado y sus instituciones y con ello, de la mano del capital, dejarle la puerta abierta a la exacerbación del capitalismo en México. La ocurrencia de diferentes elaboraciones discursivas sobre el 68 podría confundirse con una estrategia para adecuarse a cambios en la correlación de fuerzas, por ejemplo: dijeron que eran provocadores, pero cuando no pudieron sostenerlo cambiaron su versión a que fue una juventud rebelde que ayudó a la democratización. Nosotros pensamos que no es esa la clave en que debe analizarse el discurso del poder, sino que los diferentes discursos están dirigidos a diferentes interlocutores, cumplen diferentes propósitos específicos, y coinciden en que todos salvaguardan la impunidad del Estado en la represión y en esa medida coadyuvan a la dominación. Lo que sí podría argumentarse es que constituyen una especie de protocolo de largo plazo para el ocultamiento y la impunidad de éste y otros crímenes de Estado. Decimos esto porque es insultante la similitud del discurso que se ha mantenido sobre el movimiento de 1968 y el que se mantiene en la actualidad en el caso de los 43 con la mal llamada verdad histórica del gobierno. Hemos intentado dividir en sus elementos al discurso dominante, debemos señalar que ninguno de los elementos expuestos a continuación aparece por separado y que el imaginario que el poder ha logrado construir sobre el movimiento de 1968 utiliza estos diferentes aspectos de manera diferenciada. 1. Confinamiento del movimiento a su carácter estudiantil y juvenil y la brecha generacional como explicación. Debido a las demandas que enarboló el movimiento y a sus relaciones políticas con otros sectores es importante analizarlo como un cuestionamiento del Estado que no provenía sólo de los estudiantes, sino también de la sociedad y de sus organizaciones políticas y sociales. Todo análisis del 68 debe considerar tanto su composición como sus demandas, relaciones y formas de organización. 2. El nacionalismo, el desarrollismo y la justificación de la autodeterminación y el progreso. El mensaje central de este discurso fue: agentes extranjeros quieren desestabilizar al país, manipulan a los jóvenes para hacerlo y ello pone en riesgo el desarrollo del país y por lo tanto la estabilidad económica que disfruta parte de la población. Se pedía a los mexicanos que a cambio de desarrollo sacrificaran democracia. 3. El anticomunismo. El anticomunismo fue un elemento también utilizado por el gobierno desde el principio del movimiento, en las conferencias de prensa, unas veces aparecía una conjura comunista del PCM infiltrado en el movimiento, otras aparecía el comunismo internacional infiltrado y dirigiendo, pero siempre con el fin de desestabilizar al gobierno. Desde las primeras marchas estudiantiles aparecen en el discurso oficial los “agitadores profesionales”, en las declaraciones de los funcionarios, como Corona del Rosal. Por su parte, el dirigente de la FNET declaraba a inicios de agosto que el Comité Coordinador de Huelga del IPN, “está incitando a los estudiantes a quemar autobuses y causar daños a particulares, pues está in ltrado por agentes de la CIA y del comunismo internacional” 4. El discurso de la provocación. La mejor exposición de la tesis de la provocación se realiza en El móndrigo, un libro que apareció inmediatamente después de la brutal matanza del 2 de octubre y que se hace pasar por un diario recuperado ese día en la Plaza de las Tres Culturas. Presuntamente, el diario pertenece a alguien de un grupo que tiene planes de provocar la represión para que la gente se indigne e inicie la revolución. Hoy se sabe que dicho libro fue escrito por instrucciones de Gutiérrez Barrios y que el escritor, te- meroso de cometer algún error que le costara el enojo del déspota, optó por incorporar de manera literal a la narrativa del libro informes de policías y militares infiltrados en el movimiento (un análisis muy interesante de esa novela se encuentra aquí: goo.gl/tL74Qk) 5. La tesis de la democracia que el pueblo pagó con la sangre de sus jóvenes. Actualmente se repite hasta el cansancio que el legado del movimiento del 68 es la democracia en México, y esto constituye un discurso de cooptación del movimiento dirigida a legitimar las instituciones actuales. Se señala que el 68 marca una especie de inicio de las luchas democráticas que van a acabar con la alternancia en la ciudad de México (1997) y en el país (2000), pasando por la reforma electoral de 1977 y la ciudadanización del IFE (1994) y posteriores reformas de los órganos electorales (2008, por ejemplo). 6. El discurso para los sectores más reaccionarios y la justificación de la defensa del estado de derecho. No se puede, sin embargo, justificar la defensa del estado de derecho sin estigmatizar a quienes se le oponían, así, permea en la sociedad que los estudiantes deben estudiar y no marchar, así como los trabajadores deben trabajar y no protestar. Hoy desde distintos espacios sociales, insisten con que nos demos por bien servidos de vivir en esta democracia de mercado, que las instituciones funcionan y existen plenas libertades... ¡sí, en este México que llaman “moderno” y “democrático” en el que por alzar la voz y exigir libertad y justicia, se secuestra, viola, tortura y encarcela de por vida!. De lo anterior concluimos que todos los episodios de la lucha de clases son asimilables por el poder y que tenemos que luchar por una memoria que nos sea útil para la transformación. La batalla ideológica que se libra entre las clases nos obliga a pensar con mucho cuidado nuestra versión, a extraer las conclusiones y la forma en que nos ayudan en el camino de la transformación. La disputa por la memoria es, pues, muy importante.
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