Número 29, Año 6, febrero, 2019
En México la violencia en contra de mujeres es una constante que ha adoptado múltiples formas a lo largo del tiempo. Violencia física, psicológica, laboral, económica, feminicidios, etc., son algunas de las formas en las que se materializa el odio y la desigualdad en términos de género y también en términos de clase.
Actualmente, México se encuentra entre los primeros países con un alto índice de violencia a nivel mundial, según datos del Instituto Nacional de Geografía (INEGI), 2017 fue el año más violento del país con más de 29, 000 asesinatos registrados, la gran mayoría de ellos perpetrados por armas de fuego, asimismo, según los informes presentados en 2018, el impacto económico de la violencia durante 2017 fue 8 veces mayor que la inversión pública en salud. A este escenario habría que sumar la declaratoria de alerta de género en 17 estados del país; la lista la encabeza el Estado de México, seguido de Veracruz y Quintana Roo. Al respecto, la diputada de Veracruz, Miriam Ferráez Centeno, propuso un “toque de queda” para evitar que las mujeres sufran algún tipo de violencia en las calles, es decir, no se pretende solucionar la violencia sino evadirla con propuestas que más allá de lo absurdo, parecen partir del miedo y desconsideran que es muchas veces el hogar, uno de los sitios más inseguros para las mujeres y las niñas en general. El miedo
En días pasados, en distintos medios y redes sociales una nota captó la atención, en los primeros días se registró un aumento en intentos de secuestro de mujeres jóvenes dentro y fuera de las estaciones del Sistema de Transporte Colectivo Metro (STCM) de la CDMX. La nota no es nueva, desde finales de 2018, se realizaron algunas denuncias vía redes sociales alertando sobre un “nuevo” modus operandi para secuestrar mujeres. Lo significativo de estas denuncias y que a diversas personas ha puesto a especular es lo fallido de la acción perpetrada, ¿será que nos quieren meter miedo?, ¿será que quieren desestabilizar al nuevo gobierno?.
Según el Consejo Nacional de Seguridad Pública, la Ciudad de México ocupa el primer lugar del país en el delito de trata de personas y le sexto lugar en incidencia de feminicidios, con un reporte de 41 casos registrados el año pasado, esta instancia señala que las demarcaciones Gustavo A. Madero y Tlalpan son los lugares donde se reportó el mayor numero de feminicidios, seguidas de Miguel Hidalgo, Azcapotzalco, Tláhuac y Xochimilco.
La respuesta de las autoridades, como siempre sucede en estos casos, se ha quedado en lo superficial: aumento de cuerpos policiacos al interior del metro, establecimiento de puntos de vigilancia, líneas telefónicas de auxilio, y un “rotundo rechazo a la violencia de género”.
A la par, los medios se han encargado de generar un temor colectivo, cuyo objetivo son en primer lugar las mujeres, en segundo, la sociedad en general y en ningún momento aquellos que se encargan de generar y perpetuar esta violencia; el bombardeo de casos fallidos de secuestro o de desapariciones o de feminicidios, más que un acto informativo se convierte en una forma más de ejercer un fuerte violencia en contra de las mujeres por el simpe hecho de ser mujer, joven, trabajadora, estudiante, etc.
Frente a esta estrategia de terror las consignas no se hicieron esperar, la noche del pasado 2 de febrero cientos de mujeres salieron a tomar las calles en protesta por el incremento de la violencia y sobre todo, en respuesta a propuestas como las de la diputada de Veracruz; al día siguiente, otra marcha organizada por mujeres vía redes sociales, tomó una de las principales vías de la CDMX para exigir seguridad y justicia para las víctimas de la violencia en cualquiera de sus formas.
Frente al miedo, ha surgido la solidaridad; frente a la violencia del capital, sólo la organización nos permitirá responder de manera contundente a las múltiples formas de desprecio que éste ejerce en contra de quienes lo denunciamos y lo combatimos.
¡Si no quieren que salgamos, vamos a salir! ¡Si quieren que nos callemos, gritaremos más fuerte!
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