Febrero 2016
Este 5 de febrero muchos políticos se llenaron los labios con discursos sobre el aniversario de la Constitución de 1917, incluso empresarios nacionales y extranjeros celebraron los avances en la legislación mexicana; desde abajo y en contra de todas esas posiciones triunfalistas tenemos mucho que decir sobre las vejaciones contra la Constitución mismas que podemos reconocer en las palabras del revolucionario oaxaqueño Ricardo Flores Magón y que siguen vigentes: la Constitución ha muerto a manos de los políticos ladrones, de los empresarios rapaces, de los intelectuales serviles y con la sangre del pueblo mexicano se ha firmado su acta de defunción.
Doloroso nos es causar al pueblo mexicano la merecida afrenta de lanzar esta frase a la publicidad: “La Constitución ha muerto…” ¿Pero por qué ocultar más la negra realidad? ¿Para qué ahogar en nuestra garganta, como cobardes cortesanos, el grito de nuestra franca opinión? Cuando ha llegado un 5 de febrero más y encuentra entronizada la maldad y prostituido al ciudadano; cuando la justicia ha sido arrojada de su templo por infames mercaderes y sobre la tumba de la Constitución se alza con cinismo una teocracia inaudita ¿Para qué recibir esta fecha, digna de mejor pueblo, con hipócritas muestras de alegría? La Constitución ha muerto, y al enlutar hoy el frontis de nuestras oficinas con esta fatídica frase, protestamos solemnemente contra los asesinos de ella, quienes teniendo como escenario sangriento al pueblo que han vejado, celebren este día con muestras de regocijo y satisfacción.
Ricardo Flores Magón, “La Constitución ha muerto” editorial en El Hijo del Ahuizote del 8 de febrero de 1903 con motivo del aniversario de la Constitución de 1857.
I
Fruto de la revolución popular mexicana se pudieron incluir en la Constitución tres aspectos fundamentales de las demandas revolucionarias: la propiedad social de la tierra en el artículo 27, la legislación del trabajo en el 123 y el derecho a la educación en el 3. Si bien estos artículos no significaron la solución de las demandas populares, si representaron un avance para la sociedad mexicana. Pero ni ese avance fue respetado por la oligarquía mexicana, así, en los años veinte se legisló para limitar los derechos laborales y en los años cuarenta se reformó el artículo 27 dando cabida a la regeneración de los latifundios, por citar dos casos.
En este texto tocaremos una pequeña parte de lo que han significado los trabajadores en la realidad para las clases poderosas del país, distante de lo que estipula la misma Constitución que dicen sostener. Para ello revisaremos el ingreso de los trabajadores y el salario mínimo sobre el que el artículo 123 constitucional establece: “Los salarios mínimos generales deberán ser suficientes para satisfacer las necesidades normales de un jefe de familia, en el orden material, social y cultural, y para proveer a la educación obligatoria de los hijos.” Como saben las familias trabajadoras de este país esto no sucede y, como veremos más adelante, no hay un interés por parte de los políticos y empresarios de que esto sea así.
II
La primera información que necesitamos es cuántos trabajadores y trabajadoras perciben el salario mínimo. Una vía para averiguarlo, y es la que usaremos, es consultar al INEGI, aunque está el problema de creerle a su información porque es una institución que se ha encargado de maquillar la realidad, de hacerla más bonita, según sus criterios, por lo que han querido ocultar a los pobres en México. Concediendo el beneficio de la duda, según el INEGI en su más reciente encuesta nacional de ocupación y empleo (ENOE), para el mes de septiembre de 2016, los trabajadores y trabajadoras que ganaban un salario mínimo eran casi ocho millones, para ser exactos 7, 850,761, constituidos por personas de 15 años en adelante que realizaron alguna actividad económica, esto aunque haya sido de sólo una hora pero que haya coincidido con la semana en que realizaron la encuesta. Para los trabajadores es conocido el mundo de condiciones de trabajo que encierra ese número: los que pudieron tener una chambita de un par de horas o de medio tiempo, los que tuvieron que aceptar que les redujeran el salario porque si no los corrían, los que estaban a prueba con salario bajo, etc., etc. Pero lo que más impacta en la conformación de la sociedad es lo que significa la suma de historias personales, de familia, de pareja, suma que es moldeada por ganar un salario mínimo, que en el 2016 era de 73.04 pesos. Tener que comprar sólo los alimentos que alcancen, por ejemplo, y considerando precios del año pasado, el kilo de tortilla en 11 pesos, o uno de bistec en 135, o un kilo de huevo a 26, o el jitomate a 15 pesos o tener que gastar una tercera parte del salario en transporte, por mencionar algunos casos. Está, además, la consecuencia de contar con muy poco para poder pagar una renta del lugar para vivir o para los útiles escolares o para medicinas. Como es de esperarse un salario mínimo no alcanza por lo que es necesario que entren a trabajar más miembros de la familia, sin importar edad o condiciones de salud, además de tener que buscar un segundo trabajo, en condiciones infames y sin importar la distancia u otras condiciones. Así pues, tenemos familias cansadas, mal nutridas, enfermas, hacinadas, sin tiempo para convivir ni atender a los hijos, sin poder educarse o cultivarse y mucho menos recrearse. Esto es una forma violenta de organizar la sociedad. Bien podríamos entonces preguntar ¿Cuántos salarios mínimos tendrían que ganar los trabajadores para sobrevivir? Los investigadores e investigadoras del Centro de Análisis Multidisciplinario (CAM) de la UNAM han hecho estudios para responderlo y lo primero que han aclarado es que aquello que las autoridades mexicanas llaman canasta básica no alcanza para satisfacer las necesidades de una familia como lo estipula la Constitución, por lo que proponen el uso de una Canasta Alimenticia Recomendable (CAR), que si bien no contempla salud, vivienda, vestido, calzado, educación, etc., sí es más cercana a lo que necesita en alimentos una familia trabajadora de 2 adultos y dos jóvenes, algo más cercano a la problemática cotidiana de los trabajadores, a diferencia de la irreal y disminuida canasta básica de las autoridades mexicanas. Y vale la pena recalcar que ambas canastas sólo se refieren a alimentación, por lo que habría que sumar los otros gastos de salud, de vivienda, de vestido, de cultura y de recreación, que contempla la Constitución. El CAM publicó en su reporte de investigación 123 que el precio de la CAR para abril de 2016 era de 213.46 pesos. Es decir, que si el salario mínimo era de 73.04, un jefe o jefa de familia necesitaría recibir 3 salarios mínimos para poder comprar la canasta alimenticia. Lo que apunta la investigación del CAM es que a partir de 1987 se ha ido disparando el precio de la CAR muy por encima del salario mínimo, por lo que se está obligando al trabajador a trabajar más horas y a pagar más por su alimentación, se les está explotando más intensamente. Es tanto el aumento que en 1987 un trabajador que ganaba el salario mínimo tenía que laborar 4 horas y 53 minutos para cubrir el gasto de alimentación, en 2016 el mismo trabajador debería laborar 23 horas y 38 minutos, ¡es decir casi todo el día! Y esta transformación se dio tan sólo en 29 años. Les dejamos la ilustración a continuación.
Si se necesitan 3 salarios mínimos para comprar la CAR quiere decir que los que ganan hasta 2 salarios mínimos, es decir 146.08 pesos tampoco les alcanza ¿y cuántos son? Si regresamos a la información del INEGI encontramos que para septiembre de 2016 los trabajadores que ganaban entre 1 y 2 salarios mínimos, eran 13, 617,418 personas. Si sumamos el dato que ya teníamos de los más de 7 millones que ganan un salario mínimo tenemos que el total de trabajadores que ciertamente tienen salarios que no les alcanza para lo indispensable de la alimentación, ya no digamos educarse, estar saludables y demás aspectos, estos trabajadores con salarios raquíticos son 21,468,179. Si 21 millones de personas ya es un número grande y significante, podría ser más revelador al saber que de acuerdo al mismo INEGI el total de población ocupada, es decir, los trabajadores y trabajadoras del país, son poco más de 52 millones, exactamente 52,043,100, por lo tanto los 21 millones representan el 41% del total.
Cuatro de cada diez mexicanos percibe un salario que no le alcanza ni siquiera para el alimento de su familia, esto considerando los resultados que ya anotamos tales como tener que buscar doble empleo, integrar a más miembros de la familia a trabajar, etc. Además, el INEGI registra 3, 637,781 personas que no reciben un ingreso por su trabajo, sea por trabajar en familia o alguna otra razón. Entonces nuestra proporción también aumenta y llega a casi la mitad de los trabajadores y trabajadoras que no cuentan con un salario suficiente para alimentarse, un total de 25, 105,960 personas en esta situación. Según el dato mencionado del CAM, sólo los que ganen a partir de tres salarios mínimos podrían adquirir la CAR, sin embargo, los datos del INEGI agrupan en una cifra de casi 11 millones a los que ganan desde más de 2 salarios mínimos y hasta los 3 salarios mínimos, por lo que no es posible conocer exactamente cuántos estarían ganando la cantidad necesaria para comprar la canasta alimenticia recomendada. Lo que es cierto es que si agregáramos a la CAR los demás gastos distintos a alimentación tendríamos que incluir a estos 11 millones entre los trabajadores que su salario no les alcanza. Se puede resumir la información en la siguiente tabla.
III
Si tomamos la información del INEGI para un lapso de tiempo de varios años, de 2005 a 2016, encontraremos que esta situación no es nueva, que gran parte de los trabajadores y trabajadoras se concentran entre los que perciben uno y dos salarios mínimos; en los once años encontramos la misma proporción de 4 por cada diez trabajadores cuyo ingreso no les alcanza para lo mínimo recomendable en alimentación. Si además analizamos en números absolutos los datos de los once años, encontramos algunos rasgos reveladores. En primer lugar el aumento del número de trabajadoras y trabajadores entre 2005 y 2016 fue de 10, 602,024, pero más de la mitad, 5, 468,239 se distribuyeron entre los que perciben 1 y 2 salarios mínimos. Es decir, los nuevos trabajos generados en estos 11 años han sido bajo condiciones precarias, mal pagadas y generando una sociedad de miseria. Esto nos permite afirmar que ha sido así como parte de una política económica en este país, sin importar que color de partido haya gobernado y sin variar significativamente la proporción de 4 por cada 10 personas que tienen salarios de hambre y que se ven presionados a aceptar las peores condiciones laborales. Cabe agregar que en el periodo de 11 años los trabajadores que no especificaron cuánto perciben también aumentó de más de 2 millones a más de 6 millones, pero es muy probable que también se encuentren entre los salarios más bajos, con lo que crecería la proporción.
En segundo lugar encontramos que los sectores medios, los que ganan de 3 salarios mínimos en adelante, disminuyeron más en un millón y medio de personas en estos 11 años y pasaron de ser 3 de cada 10 trabajadores en esta zona de ingreso a 2 de cada 10. En donde se ubicó más fuerte esta disminución fue en los trabajadores que percibían más de 5 salarios mínimos, que pasaron de ser el 10% del total a sólo el 6%, reduciéndose casi en la mitad. Es decir, existe un proceso que está eliminando a esos llamados sectores medios y clases medias, para concentrar cada vez más trabajadores en condiciones precarias con bajos salarios. Lo anterior trae al mismo tiempo, la formación de una brecha cada vez mayor entre la gran mayoría de trabajadores con ingresos insuficientes y una pequeña parte de trabajadores con ingresos altos.
En tercer lugar, también encontramos la diferencia de género que afecta directamente a las mujeres ya que en los datos de los 11 años tenemos que del total de mujeres que trabaja, la mitad percibe entre 1 y 2 salarios mínimos, a diferencia de los hombres, que del total de trabajadores una tercera parte perciben entre 1 y 2 salarios mínimos. Por lo que se puede corroborar la discriminación hacia las mujeres trabajadoras al asignar a la mayoría a los trabajos peor pagados, como muestra la siguiente tabla.
Trabajadores y trabajadoras con menores ingresos
IV
Al decir que esta situación de los trabajadores se trata de un proceso, estamos llamando la atención sobre algo que suele pasar de lado para muchos que tratan el tema, desde los especialistas que aparecen en los medios de comunicación hasta los patrones y trabajadores desinformados. Nos referimos a la forma en que opera la economía mexicana, y muchas otras, porque necesita explotar a los trabajadores para poder funcionar, porque es una economía capitalista. Los patrones tienen dos caminos por los cuales obtener sus riquezas, de la explotación de la naturaleza o de la explotación de los trabajadores y trabajadoras, puesto que es de esas dos fuentes que se genera la riqueza. La explotación de la fuerza de trabajo tiene por esencia pagar a los trabajadores por una jornada lo que les permita sobrevivir, pero el trabajador en esa jornada produce mucho más de lo que le pagan, esa diferencia es la que se queda el patrón y es la que representa la explotación. El problema, por tanto, es que siempre que hay una relación laboral existe esa relación de explotación. Lo único que ha hecho que disminuya la explotación de los trabajadores o que desaparezca, son las luchas políticas de los trabajadores y las revoluciones. Existe un dicho popular que dice: no hay patrón que no sea llorón, para comprobarlo sólo pídale un aumento y verá, siempre tienen pretextos para no pagar mejores salarios y siempre parece que no está funcionando su negocio. Los patrones no quieren renunciar a explotarnos y nosotros los trabajadores no vamos a dejarnos. Esta situación muestra que no tenemos los mismos intereses, por más que digan, canten, griten o recen; por más que lo digan en universidades, noticiarios, películas, shows o telenovelas.
Cuando la Constitución de 1917 reguló las condiciones laborales, lo hizo atendiendo demandas de un pueblo en armas, pero al hacerlo también le dio carácter institucional a la explotación, esperando que se pudieran sobrellevar los conflictos entre patrones y trabajadores. Sin embargo, lo que vivimos ahora y que hemos presentado en este texto muestra que ese conflicto no ha sido resuelto, que al contrario, los empresarios y los políticos electorales han buscado ponerse del lado de los patrones para hacer que los salarios caigan cada vez más y más y así la paga que hagan los empresarios sea cada vez menor y menor. Con esta estrategia nos venden a nosotros los trabajadores a las inversiones extranjeras, con esta desfachatez nos piden ser más competitivos, para que los dueños del dinero, esos que vienen de las grandes potencias capitalistas, pongan sus empresas en nuestro país y nos exploten de manera brutal.
Como vemos el problema de la riqueza en México no es la desigualdad, que claro que existe y que como ha señalado Oxfam llega al grado de que 4 millonarios poseen una riqueza igual a los ingresos de la mitad de la población. Pero lo que está detrás moldeando esta relación entre los ricos y pobres es la explotación de los trabajadores y de la naturaleza, promovida por los políticos que están al servicio de los empresarios o que directamente son empresarios legislando en las cámaras. La destrucción de los derechos de los trabajadores con las denominadas reformas estructurales, en especial la reforma laboral, es un claro ejemplo de esta situación. Para contrarrestar todos estos golpes es necesario que los trabajadores y trabajadoras nos organicemos y cobremos conciencia de los diferentes intereses que defendemos frente a los políticos electorales y patrones. Si algo puede traernos a la memoria este centenario de la Revolución mexicana, es que fueron amplias capas del pueblo que se levantaron en pie de lucha por lo que les pertenecía, incluido el fruto de su trabajo. De nosotros, las trabajadoras y trabajadores, del campo y la ciudad, depende hacer justicia y obtener lo que nos corresponde por ser fruto de nuestro trabajo.
Tejiendo Organización Revolucionaria
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